Colaborador Jesús Yuren
Estimado Tomás, estoy regresando de una cacería de cola blanca en la Sierra Fría. Me llevé a dos de mis nietos y la gozaron como puedes imaginarte. Te platico y anexo un par de fotos.
El día que llegamos (28 de noviembre) fue muy frío y en la noche rompió la corrida. Todos los venados andaban tras las venadas. Después de checar el rifle, salimos en un polaris a checar los comederos y espiaderos. Vimos venadas por todas partes y muchos venados chicos, de año y medio. Algunos mayores y distinguimos primero dos como de 4 ½ años (7 y 9 puntas pero delgados) más tarde un buen 8 con una punta extra (spike) que le gustó a Ander pero decidió ver más. Más tarde otros dos un poco menores y un ocho puntas, grueso, viejo y abierto. Se bajaron del carro pero una venada se los llevó y no los alcanzaron. Los relocalizamos en el carro y esta vez, al acercarse, espantaron uno de los menores al que no habían visto. Volvimos a donde vimos el del spike y tampoco lo reencontramos por lo que decidimos regresar al rancho a desayunar. Después de desayunar salimos con la idea de checar movimiento al lado contrario. El primer espiadero estaba frente a una amplia planicie con un comedero y del otro lado un pequeño río. Cerca del comedero estaba una venada sóla. Estábamos a punto de seguir cuando Iván, nuestro guía, notó algo entre el monte, del otro lado del río. Bajaron Ander e Iván a checarlo y cuando estaban ya casi a la orilla del claro la venada, que no los había sentido, trotó en su dirección. Al moverse la venada, el animal del otro lado se levantó mostrándose como un precioso ocho puntas que desde su lado del río se acercó también. Después de observarlo, juzgarlo y aprobarlo, le buscaron el tiro y Ander lo cobró de un perfecto tiro al codillo. ¡Su primer venado cola blanca! Nos acercamos todos con todo y elpolaris y mientras veíamos por donde vadear, Ander no se aguantó, se descalzó y cruzó a donde estaba su recién adquirido trofeo. Localizamos un vado e Iván cruzó el polaris, entre ambos subieron a la cajuela el venado y regresaron, pero no le atinaron al bordo y se quedaron atorados en el bordo. Alejandro e Israel, que escucharon el tiro, llegaron con una fuerte pick up y con su winch y mis sabios consejos sacamos elpolaris a lo seco. Mientras movían el venado para la foto, sobre la huella de la venada apareció otro venado, viejo, abierto, de al menos diez puntas que no nos notó, con el hocico en la huella de la venada. Corrí a sacar el rifle de la funda con lo que el venado se dio cuenta de nuestra presencia y mientras cargaba el arma, de dos brincos se puso a unos 150 m. y cruzó el arroyo, deteniéndose del otro lado. Notó cuando me acerqué, y trató de ganar a lo cerrado del banco del río, mostrándome su flanco izquierdo en diagonal. Puse el bípode, recargué el rifle, centré la retícula en la parte trasera del costillar en dirección al brazuelo derecho y llamé el tiro. El ciervo trastabilló, dio la vuelta y se detuvo, unos metros más allá, detrás de unos matorrales. Corrí con rifle y tripié a donde pude verlo y repetí la dosis, esta vez al brazuelo derecho, haciéndolo mío para siempre. Para pasarlo a nuestro lado, estando tan cerca del rancho, trajeron una enorme “mano de chango” y dos de los muchachos se pasaron en ella montando ahí mismo el venado. Resultó enorme, ya que tiene doce puntas típicas y cuatro spikes.
Cuando preparé en casa el morral, eché mi rifle preferido, un .30-06 Winchester modelo 70, pre 64 que me regaló mi padre por mi decimo sexto cumpleaños y con el cual abatí mi primer cola blanca. Cincuenta y seis años después mi nieto mayor Ander ¡cobró también con él su primer cola blanca! Espero en Dios, que cuando los nietos varones que me quedan tengan la edad para hacer lo propio, no se me olvide llevarlo.
Para información:
Rancho Bernalejo, contacto Israel Téllez (isra.bernalejo@yahoo.com.mx ó 52 477 478 3735)
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