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miércoles, 16 de octubre de 2019

Colaborador mi amigo Gerardo Muñoz



Me voy de caza nuevamente y veo en tus ojos el reproche callado de dejarte sola… No me juzgues, no es que no quiera estar contigo, sino que necesito estar conmigo mismo, pero sé, que por más que insistas en tratar de comprender el afán que me embarca al ir de caza, jamás podrás comprenderlo.
Es que siento en el alma ese amor por los espacios abiertos, por el campo, la fogata y la aventura. Necesito un lugar alejado, con agua, viento. Quiero ensuciarme, descuidar mi aspecto, sentir el cansancio, que queme el sol mi cara, me congele la helada y pasar frío. Quiero ver un río, plantas, animales salvajes, flores silvestres, nieve, hielo, barro, piedras… Quiero extrañarte e imaginarte esperando mi regreso.

Me miento y digo que esta será la mejor caza o pesca que vaya a realizar en mi vida, aunque sé que en la próxima, volveré a decirme lo mismo… Y ya en el campo, estoy feliz, cuchillo en mano. Una paz única.
A veces siento que he nacido en épocas equivocadas, donde el triunfo del hombre se mide en plásticos de tarjetas de crédito, donde el frió se regula con un termostato y el calor del verano no existe al prender un aire acondicionado. He nacido en una época de traiciones y luchas por una cuenta de bancos, donde todo se compra y se vende.
Pero cuando cazo, amor mío, me alejo de este mundo de bocinas, de escapes venenosos. Me alejo del confort, del lujo y la televisión que idiotiza. Yo puedo aceptar las reglas del juego, soy lo suficientemente civilizado como para convivir en este espacio de locos, pero déjame que me escape cada tanto.
Amo a mis perros, cuchillos y armas, porque son el juguete que me transporta a este gran juego que es la caza y, te pido que no veas en ellas un instrumento de muerte, porque lo son de vida. Jamás me siento más vivo que cuando las empuño tras la presa.

Y verás que cuando ya no pueda hacerlo más estaré por ahí sentado al sol, donde me pongan las cariñosas manos de nuestros hijos o las tuyas, y una sonrisa lejana se dibujará en mis labios resecos. No pienses que es la vejez inevitable, sino que estaré recordando alguna cacería o pesca. Y si me vieras abatido y solo, aburrido en mi sillón, pon en mis manos mi escopeta gastada. Al tocarla y rozar sus formas de acero me transportaré en el tiempo… Verás entonces que mis manos apretarán al viejo compañero tratando de recuperar esos momentos ya idos.
Quizás sea, mi amor, que hoy me voy de caza o pesca para poder atesorar esos momentos y así poder vivir feliz en el mañana. Y si llegara a pasarme algo mientras estoy en el campo, que nadie llore. Que nadie esté triste, pues de seguro yo… estaba sonriendo.

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