miércoles, 17 de febrero de 2016

Este fue el mensaje que lei en la presentación de mi libro, corregido por mi sobrina Monica Treviño y quiero compartirselos


Señoras y señores, muy buenas tardes.

Quiero agradecer al Safari Club Internacional Capítulo Monterrey por todo su apoyo en la organización de este evento. Agradezco también a mis amigos que me acompañan en esta mesa: don Jesús Yurén, don Juan Antonio Cedillo Ríos, don Hubert Thummler y don Jesús Viejo, presidente del Safari Club. Y, por supuesto, agradezco a todos ustedes, familia y amigos cazadores, por haberme dedicado un espacio en su agenda y venido hasta aquí para escuchar mis relatos de cacería y apoyarme en la presentación de este libro. Muchas gracias por su tiempo y su amable compañía.

 (pausa larga)

 Nosotros nacimos cazadores y es lo que siempre seremos. A mi edad, ya no puedo subir a la montaña, ni cazar en los desiertos ni selvas, pero sigo yendo al rancho, tras la huella de los venados cola blanca, con mi rifle sako calibre 7 mm mágnum al hombro y mi tripié de apoyo.

Es una rutina que me revitaliza y que me pone contento. No pierdo ninguna ocasión para escaparme al monte.

Aunque pase penurias a los ojos de aquellos que no son cazadores, me encanta levantarme de madrugada, con un frío que cala hasta los huesos, mirar por la ventana del campamento para ver cómo brilla el hielo en los matorrales, y a las estrellas y a la luna todavía encendidas.

Me gusta acercarme a la chimenea llena de brasas de leños de mezquite, sobarme las manos para calentarlas y tomar café y pan de dulce con mis hijos Tomás y Antonio, y alguno de mis nietos: Tommy, Daniela, Máximo o Mariangel.

Disfruto enormemente esos minutos que me hacen sentir agradecido con la vida que me ha dado tanto, y tan unido a mi propia sangre, a mis hijos y nietos.

Espero con ansia el comienzo de cada temporada y, aunque nunca me separo demasiado del rancho, es para mí una cuenta regresiva comenzar los preparativos, los permisos, limpiar las brechas, colocar los comederos, comprar maíz con aroma de manzana… e invitar gente, a otros amigos cazadores, a ustedes, para largarnos al monte, a cazar en silencio, ejercitar la paciencia, convertirnos en parte de la naturaleza, convertirnos en hombres lobo tras su presa.
Luego, cuando el día mengua, dejar que el aroma a carne asada y tortillas de harina nos reúnan, juntar las sillas, y entre risas, platicar nuestras historias.  

 (pausa)

Mi libreta amarilla y mi sako me acompañan desde antes de que salga el sol. Ya en mi lugar de caza, espero la luz del día con los sentidos bien despiertos. Mi pluma corre mientras mis ojos observan: por una rendija del espiadero, comienzo a ver los bultos que se mueven.
Necesito más luz para identificar los animales que están comiendo. Pueden ser jabalíes de collar, marranos alzados, jabalíes euroasiáticos, venadas con sus crías, gatos monteses o coyotes… o lo que con ansia espero: un hermoso macho cola blanca.

 (pausa)

Escribo porque al hacerlo recuerdo, y recordar me emociona. Escribo porque pienso que esto que siento no es sólo mío, que debo compartirlo, porque deseo animar a las nuevas generaciones a practicar con responsabilidad este deporte y porque ser cazador es y ha sido mi vida.

Estas son historias reales, mis vivencias, mi experiencia. Si les gusta la cacería, cómprenlo y léanselo a sus hijos. Así ellos se darán cuenta que lo nuestro no es sólo ir con un arma tirando animales.

La cinegética es un deporte responsable que ayuda al equilibrio de la fauna y que provee de recursos a las autoridades para hacer investigación y proyectos de protección a especies en peligro de desaparecer. Esto es algo que pocos saben. Detrás del arma hay que pagar un precio por cada trofeo y ese precio va en favor del equilibrio ecológico.

(pausa)

He sido cazador durante más de 50 años y he escrito 4 libros de cacería. Mentiría si les dijera que no estoy satisfecho. Cuando no estoy cazando, sigo ejercitándome a diario para aguantar las caminatas y el mal tiempo, y continúo haciendo uso de mi rifle en el club de cacería.

Ya no aspiro subir las montañas por otro borrego cimarrón, ni a cazar buras en los duros desiertos, ni a volver a África por otro león , pero seguiré yendo a mi rancho, tras La Leyenda de los venados cola blanca… nací cazador y es lo que siempre seré.

(pausa larga)

 Muchas gracias nuevamente por acompañarme. Gracias.

1 comentario:

  1. Excelente escrito sobre lo que nos hace sentir la cacería, la gente piensa que la pasamos mal, que sufrimos en silencio tantas horas esperando algo que, muchas veces no llega, pero es todo lo contrario, se disfruta cada momento, la caminata por el monte, la carne asada, la platica y por supuesto la espiada. Lo felicito por su libro. Saludos.

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